A lo largo de la historia, México ha tenido un fuerte lazo con los clavados. Han reinado como en ninguna otra disciplina.
Desde Joaquín Capilla hasta Osmar Olvera y Juan Celaya. Desde la experimentada Paola Espinosa hasta las soñadoras de Alejandra Orozco y Gabriela Agúndez. Dieciséis en total, cada una con un brillo especial, aunque sólo una de oro que se logró colgar Capilla en Melbourne 1956.
Ocho años antes, el propio Capilla fue quien agarró ese lazo para no soltarlo más durante las justas olímpicas. Con su bronce en Londres 1948, su plata en Helsinki 1952 y un bronce que acompañó al oro en Melbourne lo convirtieron en el rey de los clavados.
Siguieron otros como Juan Botella Medina, bronce en Roma 1960, Álvaro Gaxiola, plata en México 1968, Carlos Girón, plata en Moscú 1980, Jesús Mena, bronce en Seúl 1988, Fernando Platas, plata en Sidney 2000, la dupla Iván García-Germán Sánchez, plata en Londres 2012, Laura Sánchez, bronce en Londres 2012, Germán Sánchez, plata en Río 2016, Alejandra Orozco y Gabriela Agúndez, bronce en Tokio 2020.
El Centro Acuático de París aguarda todavía las pruebas individuales en plataforma 10 metros y trampolín 3 metros.
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